Y entre las tinieblas posicionales en que Tarrasch
quería sumergir al ajedrez, surgió una luz hecha de
combinaciones... los hipermodernos.
Estamos
a principios del Siglo XX, los jugadores románticos han
sido desterrados del Reino del ajedrez por teóricos
como Steinitz y Tarrasch. Ahora se imponen unos
principios donde impera la calma y el sosiego táctico
(en opinión de algunos, lo que impera es el
aburrimiento).
El
Doctor Tarrasch contaba con una auténtica legión de
seguidores, sus ideas no eran sino un perfeccionamiento
del legado de Steinitz. Sobre todo daba una gran
importancia al dominio del centro a través de una sólida
cadena de peones, luego se pasaba a evaluar en que
flanco se tenía algo de ventaja y había que conseguir
la ruptura por ese lado acumulando pequeñas ventajas
que desembocasen en un final ganador. Se despreciaban
las combinaciones, asegurando que había modos "más
seguros" de obtener la victoria. De hecho no
escatimaban críticas para cualquier jugador que
destacase por su estilo de ataque. Siguiendo estos
estrictos dogmas se podía llegar a la victoria sin
sobresaltos, pero ¿donde quedan la imaginación y el
talento?. Por suerte no todos los jugadores aceptaron
este modo de jugar...
Un
grupo de rebeldes, encabezados por Aaron Nimzowitsch y
Richard Reti, decidieron romper con las nuevas ideas.
Fue el nacimiento de la Escuela hipermoderna (o
neorromántica) y se determinó que el danés
Nimzowitsch fue su fundador. Muchos fueron los adeptos a
esta forma de entender el ajedrez y "se
matricularon" como hipermodernos: Rudolf
Spielmann
(el más espectacular de la época), Akiba
Rubinstein
(tal vez el más completo del grupo), Saviely
Tartakower,
Milan Vidmar, Gyula Breyer, Carlos
Torre Repetto,
Frederic Yates, Edgar Colle, Ernst Grünfeld, Fritz Sämisch,
etc...
|
|
|
|
|
Nimzowitsch |
Reti |
Tartakower |
Spielmann |
Rubinstein |
Los
principios de la escuela hipermoderna sólo coincidían
con los clásicos en la preferencia por dominar el
centro. Tarrasch postulaba que había que lograrlo
mediante los peones, éstos deberían ocupar las
casillas centrales y tratar de no abandonarlas bajo ningún
precepto. Los hipermodernos fueron más allá y trataron
de demostrar que el dominio central podía lograrse a
través del resto de piezas. Los caballos, torres y
alfiles pueden realizar una gran presión sobre el
centro y así consolidar un sólido dominio. Además,
pusieron énfasis en demostrar que los peones que ocupan
el centro pueden ser perjudiciales al obstruir nuestras
propias fichas.
Se
introdujeron nuevos conceptos, cómo las piezas
bloqueadoras: esta idea consiste en utilizar cualquier
pieza menor para obstruir el avance de un peón, algo
muy importante si se trata de un peón pasado. Además
de detener el avance del peón se logra crear un punto débil
en la estructura del rival. Llegaron a la conclusión de
que en estos casos el concepto de oposición (de los
reyes) pierde su importancia, esto fue una verdadera
revolución que desafiaba los principios conocidos.
Además,
los hipermodernos trataron de utilizar dogmas obsoletos
y olvidados, buscando resucitar ciertos aspectos del
ajedrez romántico.
La
mayoría de estas ideas fueron introducidas por
Nimzowitsch en sus libros "Mi sistema" y
"La práctica de mi sistema". El danés
trató de demostrar que las ideas de Tarrasch no eran
inamovibles como se creía en la época. En un principio
el danés tuvo que soportar muchas burlas y
menosprecios, nadie daba crédito a esta nueva forma de
jugar. Sólo con el tiempo se demostró lo acertado de
estas innovadoras teoría que han sido aprovechadas por
generaciones de ajedrecistas. Muchos grandes maestros
han reconocido que se inspiraron en los principios de
Nimzowitsch, por ejemplo Bent Larsen o Gary Kasparov.
Desde
el punto de vista artístico, la gran diferencia
introducida por los neorrománticos fue la manera de
aprovechar la ventaja obtenida en el medio juego. Éstos
no rehusaban la posibilidad de realizar sacrificios de
pieza y siempre que podían remataban la partida de
forma brillante a través de bellas combinaciones. De
entre todos destacaba Rudolf Spielmann, ajedrecista que
siempre jugaba buscando crear una obra de arte sin
importarle el resultado de la partida y que dejó
multitud de partidas galardonadas con premios de
belleza. En definitiva, este grupo de jugadores daba
importancia al desarrollo de la creatividad y
consideraban que siempre era mejor obtener la victoria
de una manera brillante. Los principios de Tarrasch
contradecían este punto, aunque si uno revisa las
partidas del alemán encontrará decenas de partidas de
ataque.
También
Richard Reti colaboró en gran medida al desarrollo de
la teoría neorromántica. Su libro "Los grandes
maestros del tablero" es una verdadera joya, en él
Reti analiza con gran exactitud el juego de los maestros
de su época y de la época romántica. Además explica
su propia forma de entender el juego, que se asemeja a
lo explicado por Nimzowitsch.
La
mejor manera de comprender las ideas hipermodernas es a
través de sus partidas, aquí tenéis 8 joyas de 8
maestros neorrománticos (no os perdáis la de Breyer,
una auténtica maravilla).
Javier
Cordero Fernández
(2
Enero 2008) |