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La infancia de Tahl... un genio en ciernes

La foto más antigua de Tahl, tenía 21 años

( Autor : Javier Cordero Fernández - © Ajedrez de ataque )

          El pequeño Misha empezó a sorprender a sus padres a los 3 años de edad, cuando ya leía y recordaba páginas enteras de memoria. Alguien capaz de hacer algo así no iba a ser una persona común, algo que se confirmó cuando el niño comenzó su andadura escolar, ya que sólo duró 3 días en el primer curso al ser inmediatamente pasado al tercer curso a la vista de su potencial.

          Con sólo 7 años leía todo lo que caía en sus manos, hasta el punto de empezar a preocupar a su padre al comprobar como Misha había 'devorado' casi toda su biblioteca particular. En un intento de desviar a su hijo de su desmesurada afición por la lectura, que en su opinión podía ser perjudicial para una mente que aún estaba formándose, el Sr. Tahl decidió enseñar a su hijo a jugar al ajedrez... sin saberlo, había despertado en su hijo una afición todavía mayor que la lectura, en la que pudo dar rienda suelta a todo el talento y la creatividad que llevaba dentro.

          Por aquel entonces también practicaba con fervor el fútbol, en la posición de portero... dicen los que le pudieron ver que no lo hacía nada mal. Su otra gran pasión, esta vez alejada del deporte, era la música clásica, afición heredada de su madre. En el colegio destacaba por encima del resto, sobre todo en las matemáticas, aunque su profesor solía desesperarse porque Mikhail no usaba su cuaderno y resolvía todos las ecuaciones y problemas complicados directamente en su mente (¡¡a la ciega!!).

           Al poco de adentrarse en el ajedrez se dirigió al Palacio de Pioneros de Riga para pedir su admisión, la cual le fue concedida con rapidez debido a su excelente nivel académico. Tahl se pasaba los días enteros en el club y por las noches devoraba sin parar todos los libros de ajedrez que llegaban a sus manos, en ocasiones hasta bien entrada la madrugada. Analizaba partidas a la ciega y a veces pasaba noches enteras sin dormir dedicado a esa tarea. Como es lógico, sus padres comenzaron a preocuparse al ver como su hijo se dedicaba al ajedrez de una forma casi enfermiza, por lo que decidieron pedir consejo al jugador letón Alexander Koblenz. Koblenz observó a Tahl y comentó a la familia que estaba seguro de que Misha se convertiría en maestro, ya que tenía un talento especial. Fue entonces cuando Koblenz empezó a entrenar a Tahl, algo que haría durante toda su carrera, mostrando ser un pedagogo excelente y convirtiéndose en su persona de confianza.  Con el paso de los años la figura de Koblenz se hizo cada vez más importante para Tahl, siendo el apoyo que necesitaba en todo momento.

Alexander Koblenz, entrenador, apoyo y gran amigo de Tahl

          Estos inicios parecían muy prometedores, pero en unos tiempos tan convulsos, como los de mitad de silgo, la desgracia podía aguardar en cada rincón. Cuando Alemania invadió la URSS durante la II Guerra Mundial, la familia Tahl se vio obligada a refugiarse en Yurla, en el corazón de los Urales, lo que supuso que el aprendizaje del chico se quedase en el aire. Tras la guerra pudieron regresar a Riga y Tahl pudo retomar el ajedrez y sus estudios.

            Su progreso en el ajedrez se puede equiparar a sus meteóricos logros académicos. Con 13 años ya consiguió vencer a un gran maestro: Ratmir Jolmov, lo hizo durante unas simultaneas dadas por su rival en Riga: (Ver partida). Tahl ya demostraba una gran capacidad de cálculo a pesar de su corta edad, resulta poco común desarrollar tan pronto un 'instinto asesino' para el ajedrez y todavía menos común conservarlo hasta el fin de su carrera. Ese mismo año volvió a jugar otra gran partida de ataque, que fue la primera de su autoría en ser publicada en una revista especializada (Ver partida). El primer premio que recibió en su carrera no fue por ganar un torneo, sino por una de sus partidas: obtuvo el premio de belleza a la partida más espectacular en el Torneo de la tres Repúblicas Bálticas de 1948; el premio consistió en una enorme y lujosa edición del libro "Pedro I", de Lev Tolstoi. Talento a raudales y una filosofía de juego que mantendría durante toda su vida: Ataque, siempre ataque.

           La capacidad de Tahl no conocía límites, algo que demostró al comenzar sus estudios universitarios con sólo 16 años, tras recibir un permiso especial del Ministerio de educación debido a su juventud (ya lo habían intentado cuando tenía 15, pero la ley no contemplaba esta posibilidad hasta los 16). Cursó estudios de Literatura, decantándose por una de sus grandes pasiones, y lo hizo en un tiempo record. Realmente podría haber estudiado lo que hubiese deseado, su mente era genial y no tengo duda de que hubiese destacado en la profesión que

 

 

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