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                        Durante la clausura del torneo, la mayor parte de las
                        ovaciones tributadas por el público fueron para él.
                        Tahl había jugado en una condiciones extremas,
                        deteriorado por el cáncer de estomago que padecía,
                        acudió al torneo en silla de ruedas y recibió
                        asistencia médica cada día. Sin embargo, no quiso
                        abandonar la competición y disputó todas las rondas,
                        luchando en cada partida, aunque en la mayoría de ellas
                        le abandonasen las fuerzas. Su único motor, ya que su
                        cuerpo no respondía, fue su ilimitada pasión por el
                        ajedrez, la cual le acompañó durante toda su vida,
                        hasta el último de sus días.
                                    
                        Así era este
                        jugador genial e irrepetible, hasta el último
                        momento estuvo dando lecciones en el tablero. El destino
                        nos privó demasiado pronto de seguir disfrutando de su
                        juego, que como había demostrado seguía siendo muy
                        alto (no olvidar que fue el primer campeón del mundo
                        blitz en 1988, con 52 años). Su vida desordenada hizo
                        que envejeciese prematuramente, teniendo la apariencia
                        de un anciano cuando los 60 años todavía le quedaban
                        lejos. Pero Misha era así, vivió como le apetecía
                        hacerlo, sin importarle lo que nadie pudiese opinar de
                        él. Por suerte, nos quedan sus partidas para recordarle
                        y también para no olvidar que el ajedrez es algo más que
                        un deporte, es un arte.
                          
 Tahl,
                        totalmente demacrado, durante el torneo de Barcelona  |