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Resistiendo ante la tempestad

Barca que es embestida por una gran ola. Una parte de las nubes tienen la forma de un caballo

Portisch, Lajos - Tahl, Mikhail

Interzonal, Amsterdam 1964

1.Cf3 Cf6 2.g3 d6 3.d4 g6 4.Ag2 Ag7 5.0–0 0–0 6.c4 Ag4 7.Cc3 Dc8 8.Te1 Te8 9.Db3 Cc6 10.d5 Ca5 11.Da4 b6 12.Cd2 Ad7 13.Dc2 c6 14.b4 Cxc4 15.Cxc4 cxd5 16.Ca3 d4 17.Axa8 Dxa8 18.Ccb5 Tc8 19.Dd1 Ce4 20.f3 a6 21.Cxd4 Dd5 22.Ae3 Tc3 23.Cdc2 Df5 24.g4 De6 25.Ad4 h5 26.Axg7 hxg4 27.Cd4 Dd5 28.fxe4 Dxe4 29.Cf3 De3+ 30.Rh1 Ac6 31.Tf1 Txa3 32.Dc1 gxf3 33.Dxc6 Dxe2 34.Tg1 Rxg7 35.Tae1 Dd2 36.Td1 De2 37.Tde1 Dd2 38.Td1 De2 39.Tde1 ½–½

      

                               Después de 14.b4                   Después de 26.Axg7

Visor

 

         Hablar de Mikhail Tahl suele empujar a utilizar términos a la altura del personaje. Por eso, ante muchas de sus partidas sólo se puede hablar de genialidad, de creación de continuos golpes inesperados a través de una concepción del ajedrez distinta al resto. Cuando Tahl conseguía llevar una partida al mundo de las complicaciones, las ideas empezaban a cruzar por su mente de forma relampagueante, como fogonazos capaces de dar energía a una ciudad entera... en esas situaciones era feliz y el maestro que se encontrara sentado enfrente, sólo podía intentar agarrarse con fuerza a lo primero que tuviera a mano para que la tempestad no le arrastrase a las profundidades. Eso, exactamente, fue lo que le ocurrió a Portisch durante el Interzonal de 1964, en el que tuvo que sufrir los constantes golpes de un genio descontrolado cuyo brillo en los ojos hacía presagiar todo lo que se desencadenó después en el tablero.

Mikhail Tahl meditando ante el tablero

         Cuentan los que vieron la partida, que fueron la mayoría de participantes del torneo (los cuales se arremolinaron alrededor del tablero ávidos de ver lo que estaba ocurriendo), que Portisch estaba dominado por el miedo, recibiendo cada sacrificio con temor y consumiendo una gran cantidad de tiempo en cada jugada. Al reproducir la partida, parece que las negras tienen una gran desventaja, pero cada nueva jugada incisiva ideada por Tahl parece dar vida a la posición y poner contra las cuerdas a su rival... y fueron muchos los movimientos sorprendentes que torturaron a Portisch hasta que, exhausto, se pudo levantar de la silla tras lograr unas tablas casi milagrosas. Caminando pesadamente, con la mirada perdida en un rostro marcado por la tensión, Lajos abandonó la sala de juego sin fuerzas para analizar una partida que casi le cuesta la salud. Mientras tanto, un feliz Tahl mostraba alguna de las variantes de la partida, así como alguna idea sorprendente que se le había ocurrido durante el juego y no se decidió a poner en marcha... a estas alturas podemos aseverar que Mikhail Tahl fue un jugador único e irrepetible.

 

 

 

 

 

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