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                        Esta partida ha pasado a la historia por su espectacular
                        sacrificio de dama, pero también lo hizo por ser el
                        primer premio de belleza concedido en un competición de
                        ajedrez, en este caso un encuentro individual que
                        enfrentó a James Mason y Henry Edward Bird... el
                        primero se llevó el triunfo de forma holgada en el
                        match (por 13-6), aunque Bird se llevó la gloria al conseguir el
                        premio de belleza a la partida más brillante del match,
                        el primero de la que sería una preciosa tradición que
                        intentaba estimular la creatividad y el espíritu de
                        lucha de los maestros. Este tipo de premios solían ir acompañados de una
                        cantidad en metálico, por lo que se volvieron muy
                        codiciados en una época donde la mayoría de maestros
                        pasaban por auténticas penurias para poder dedicarse a
                        su querido ajedrez.  
                          
                                  
                        A partir de ese momento, raro fue el torneo que no
                        premiaba las partidas jugadas con arrojo, y de ese modo
                        las combinaciones y la belleza camparon a sus anchas por
                        los tableros de
                        finales del silgo XIX. Tradición que con los años se
                        fue perdiendo y que hoy en día está casi extinguida.
                        La profesionalización del ajedrez terminó con esta
                        clase de premios secundarios, dejando atrás, casi en el
                        olvido, una forma de recompensar al
                        artista, de catapultar al ajedrez a la categoría de
                        algo más que un juego o un deporte.  |